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Foto del escritorRosa Maria Cabrera Vargas

LAS ANTÍGONAS DEL TEATRO

Actualizado: 17 feb 2020

Una tarde como muchas otras, quería llegar a casa lo más rápido posible para concluir mis tareas. Cuando de pronto, el sonido de mi celular irrumpió mi tranquilidad.



No podía creer lo que veía en la pantalla: era la llamada de Ángela Solís, mi amiga actriz del colegio. Me sentía muy emocionada y algo nerviosa, pues no hablaba con ella desde hace varios meses. “Hola nena, ¿Cómo estas, boluda?”, me dijo, mi vieja amiga con su típico dejo argentino que usaba cuando estaba actuando. “Maguian, te extrañé mucho. Hace tiempo que no hablamos”, le dije, con un tono cariñoso y amable. “Maguian” era el apodo que mis amigos y yo le habíamos puesto a Ángela en la secundaria. Entre risas y sorpresas, apartamos una fecha en nuestras ocupadísimas agendas para ponernos al día. Ángela era como una caja de sorpresas, nunca sabias cuando terminarías de conocerla.


Después de una semana, llegó el día que tanto habíamos esperado. Ángela me había pedido que la busque al mediodía en el Centro Cultural de España, pues estaba ensayando para su próxima presentación teatral. Eran las once de la mañana y yo estaba por terminar mi última clase de Seminario de Investigación Académica, de manera que, salí lo más rápido que pude y me encaminé a recogerla. Subí al carro y durante todo el camino estuve pensando en la vida de mi amiga y en los largos meses que no habíamos hablado. También, pensaba en su preparación como actriz y en todo lo que implicaba convertirse en una artista completa. Llegué al lugar y la llamé inmediatamente, ya que solo teníamos dos horas y media para ir a almorzar y conversar de la vida y de nuestros planes futuros. Maguian salió de su ensayo. Era la misma de siempre: cabello despeinado, ojeras a flor de piel, sonrisa inocente, pantalones rotos y unas zapatillas blancas que parecían grises. “Nos volvemos a encontrar, promoción”, le dije, con un tono alegre y divertido. Mi amiga entre risas, se acercó y me dio un fuerte abrazo.


Nos fuimos caminando por toda la avenida Arequipa, mientras charlábamos como un par de escolares que salen del colegio. “Y ahora, ¿En qué obra teatral estás participando?”, le dije, con mucha curiosidad. "AntígonaS. ¿Quieres ir a verme a un ensayo?”, me dijo, con un tono feliz e inocente, que por un momento me recordó a nuestra época del colegio. Maguian siempre me invitaba a sus presentaciones en el teatro y yo iba a verla con mi mamá. “Por supuesto, amiga. ¿Cómo no ir a verte después de tanto tiempo?”, le dije, sonriente. Era muy divertido hablar con Maguian, ella y yo siempre supimos entendernos y mantener nuestra amistad a pesar del tiempo. Aparte de ello, había algo que yo admiraba mucho de mi amiga: su talento y disciplina para convertirse en una actriz completa. Después de caminar, más o menos 10 cuadras, ya teníamos hambre. Así que, entramos a comer a un restaurante. “Cuéntame de AntígonaS, ¿Qué mensaje busca transmitir con la puesta en escena?”, le dije, con muchas ganas de conocer sobre la obra y sobre el trabajo de mi amiga. “AntígonaS nace de la concepción del empoderamiento de la mujer en base al rol que está asumiendo actualmente en nuestro país. Por lo tanto, busca representar y valorar a las antigonas del pasado y del presente en el Perú”, me dijo, con gran convicción. “¿Cómo lograste entrar al elenco?”, le dije, con impaciencia. “Es una larga historia, pero te la voy a contar. De casualidad, hace dos meses, visité el sitio web del Centro Cultural de España, en donde vi que harían un taller para el montaje teatral AntígonaS. Sin embargo, las personas interesadas en participar solo podían entrar al grupo mediante un proceso de selección. Me pidieron que me muestre tal como soy, respondiendo dos preguntas en un formulario de la página y mandando un video que demuestre mi talento y mis habilidades.


Después de tres días, publicaron los resultados de las seleccionadas en la página web. Entré a ver el listado y mi nombre estaba ahí, no podía creerlo, era como un sueño que por fin podía disfrutar”, me dijo, muy feliz y entusiasmada. “Que gran trabajo, amiga. En serio, me siento muy orgullosa de ti. “Y ahora, ¿Cuál es el siguiente paso en AntígonaS?”, le dije, con ganas de saber más de la obra y de la participación de Maguian. “Asu, Rosita (entre risas). Te contaré, la segunda parte del proceso es la selección para el montaje de la obra AntígonaS. En estos momentos, yo estoy en plena preparación para ser una de las seleccionadas y a fin de mes nos avisaran quienes son las elegidas para participar en el montaje”, me dijo, con un tono decidido y valiente. Después de escuchar a mi amiga, me quedó mucho más claro el trabajo que se hace en AntígonaS y todo el sacrifico que le ponen sus integrantes. Terminamos de comer y regresamos caminando hasta el Centro Cultural de España. Durante el camino, recordé todo lo que me había dicho Maguian y comprendí que el teatro no es nada fácil y que necesita muchas horas de ensayo y de formación. Me sentía muy contenta por mi amiga y por todo lo que estaba logrando en las artes escénicas. “¿Quieres venir al siguiente ensayo? Será el próximo sábado a las tres de la tarde”, me dijo, con un tono muy amable. “Claro que sí, no me lo perdería por nada”, le dije, muy emocionada. Entonces, nos despedimos y quedamos en vernos el siguiente sábado.


Los siguientes días, después de esa tarde, estuvieron llenos de reflexión y meditación sobre el trabajo y la preparación de un artista antes de poner en escena una obra. Lo primero que hice fue buscar información sobre el contenido, la trama y el mensaje de AntígonaS, ya que deseaba conocer cuáles eran los objetivos que las actrices querían alcanzar en la obra y como sería su preparación en los meses de ensayo. Tenía que conocer más sobre las nuevas AntígonaS antes de ir al ensayo del sábado. Pasaron algunos días y recordé la alucinante experiencia que viví al entrevistar a Alberto Ísola y Bruno Odar semanas atrás. Realmente, me di cuenta del amor que tienen estos actores a su trabajo: al teatro. También, comprendí que un actor debe trabajar en sí mismo todos los días para ofrecerle al espectador un mensaje más profundo, que lo haga pensar y reflexionar sobre el modo que tiene de ver la vida y sobre nuevas formas de afrontar los problemas que se presentan diariamente en nuestra sociedad. Entonces, me dije a mi misma: “El teatro es la vida misma”.


Llegó el sábado y me sentía con muchas ganas de ver la preparación de esas valerosas y decididas mujeres que representan a las antigonas de nuestro país. Me despedí de mis padres, caminé rápidamente, tomé el carro que me llevaba al Centro Cultural de España y me encontré con Maguian. “¡Qué bueno que viniste amiga! Sé que te va gustar mucho el trabajo de las futuras antígonas”, me dijo, muy ilusionada y orgullosa de su trabajo y del rol de sus compañeras. Llegamos al salón principal en donde se hacen todos los ensayos y el trabajo colectivo. La primera parte del trabajo era en una biblioteca – salón, en donde Maguian y sus compañeras debatían y conversaban sobre el feminismo y el empoderamiento de la mujer sin dejar de estudiar y analizar la historia de “Antígona” de Sófocles, la cual es muy importante para la puesta en escena. “El teatro es como la mujer que arde, porque tanto el arte y la cultura como las mujeres peruanas se están reivindicando para tomar el lugar que les corresponde en la sociedad”, dijo Ángela Mesa (actriz, profesora de teatro y directora de la obra). Al mismo tiempo, ellas hablaban de sus experiencias personales y la relación que tenían con las mujeres de la obra “AntígonaS” para, de esta manera, crear mini performances que las acerquen más a los personajes y a sí mismas. “En algún momento, yo me sentí como Ismene (personaje de la obra), porque tuve miedo de decir lo que pensaba y de revelarme ante las diferentes reglas e imposiciones machistas que veía en mi entorno”, dijo Alejandra Sánchez, una de las mujeres que participa en el taller. La segunda parte del trabajo se relaciona más con la tarea física, los ejercicios y los movimientos que ejecutan las actrices en su preparación para estar relajadas, libres y para tener mayor facilidad en el desplazamiento del cuerpo. En ese momento, todas las mujeres se dirigieron a la parte del salón y empezaron a bailar de diferentes maneras, cada una sintiendo la música a su modo para, posteriormente, crear una especie de ritual con todos los movimientos en conjunto. El trabajo colectivo enriqueció la coreografía y fue una experiencia unificadora muy alucinante. Terminó el taller y, antes de irme, me acerqué a ellas. “Gracias por tanto, antígonas, por la manera tan empoderada de pensar que tienen, por la fuerza imparable con la que desarrollan los ensayos, por el tiempo que les dedican a los problemas de la sociedad, pero sobre todo por ser mujeres que piensan, actúan y luchan a favor de otras mujeres”, les dije, con un tono lleno de emotividad y agradecimiento. Me despedí de mi amiga actriz con un fuerte abrazo y me fui del taller.


Abrí la puerta de mi casa, saludé a mis padres, entré a mi cuarto y medité sobre todas las vivencias relacionadas con el teatro que había tenido en las últimas semanas, pero, principalmente, reflexioné sobre AntígonaS. “Definitivamente, después de conocer la preparación que hacen las veinte mujeres en el taller de los sábados, me di cuenta que el teatro es una profesión muy sacrificada y que necesita de mucha entrega por parte de los artistas, tanto física como mentalmente. Asimismo, es importante reconocer que la preparación de un artista no es cosa de un día, sino que requiere rutinas de ensayo y entrenamiento para lograr una buena caracterización de un personaje”, escribí en mi diario antes de soñar otra noche con el teatro.


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